Cada vez que la Fernanda o su marido, Félix, nos contaban una de sus historias, yo hacía un dibujo. Conservo todos esos dibujos. Forman parte de mi niñez y me ayudan a recordar los sentimientos que me embargaban cuando, sentado en el suelo, escuchaba a mis vecinos. Mis dibujos también son la memoria de los topos. Cuando yo fui niño España luchaba contra si misma pero gracias a la Fernanda recuerdo temer más a los seres salidos de los infiernos que a la propia guerra civil. Vivimos una infancia extraña que ningun niño debería haber vivido jamás.
Quiero empezar por mostraros este dibujo que no forma parte de ninguna historia. El fantasma convivía con nosotros como cualquier otro vecino.